El 2014 robó mi tibieza. Que el 2015
siembre su retoño con su nuevo sol.
El catorce, presto como un latigazo,
su rayo siniestro me vino a clavar.
Socio de la muerte esfumó en mis brazos,
la diaria tibieza que me iba faltar.
Y lo despedimos igual que a un fantasma
que rondó sin pausa solo por matar.
De su afán siniestro sólo queda el asma
que en las frondas silba y gastado se va.
Ahora llega el quince, flor adolescente
de tanta esperanza que viene detrás.
Dos mil la enarbolan, un fuego en la frente
y un sol que se agranda cada día más.
Hoguera fecunda que enseña impaciente,
con cada alborada: luz, vida y sembrar
Héctor Negro/ Diciembre de 2014
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