El día se fuga trepando la noche.
La noche lo engulle y pronto es ayer.
Hasta que la aurora alumbra fantoches
que las sombras borran y no dejan ver.
El sol va pintando el cielo y las frondas.
Los cercos gastados y el asfalto atroz.
Donde ruedan tercos motores que ahondan
ruidosos rezongos de bestias con tos.
De a poco, se abren curiosas ventanas,
sacudiendo sueños que dejan de ser.
Y por sus pulmones entra la mañana
que trae otro día igual que el de ayer.
Y el día comienza su fuga insistente.
Detrás de otra noche por donde se irá.
Y así va pasando, implacablemente
el tiempo que a todos nos atrapará.
H.N./1/2015
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