martes, 28 de octubre de 2008

ROBERTO SELLES

Bar Ramos, después (*)

Camino sin mis pies. Solo, en el centro.
A nadie espero en esta otaria espera.
Desvío los tamangos de la acera
y entro en el Ramos. Sin mis pasos, entro.

Voy hacia el desencuentro de un encuentro.
La gente queda atrás de la vidriera.
Una yuvia de fríos yueve afuera
y otros fríos me mojan por adentro.

Un feca porque sí. Y en esa mesa
desenredo ternura por ternura,
anudando tristeza por tristeza.

Era el mismo lugar y una presencia.
Y es sólo mi nostalgia ante esta dura
siya, donde sentás tu lunga ausencia.

(*) Poema de Roberto Selles, tomado de su último libro: Roberto Selles; Mester de Lunfardía, Omar Lema Editor, Bs. As., 2008.

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Hombre polifacético: poeta, ensayista, pintor, dibujante, más unos cuantos etcéteras. Selles decribe en estos versos el adentro y el afuera de una situación por la que muchos de nosotros pasamos, igual que si le entrara a la carne con un escalpelo; la caminata por la calle Corrientes; la inmersión en la multitud anónima, a la vez tan cercana como distante; esa entrada en el bar porque si y ese café o alguna otra bebida espirituosa que nos quema los pulmones, también por que sí. Y ese sentirse acampañado en soledad por el mero hecho de ver a toda esa gente que camina ensimismada, detrás de la ventana.

Asimismo, como ya fuera dicho, este poema disecciona con juiciosa maestría una a una las pasiones e ideas que fluyen acompasadamente en ese flaneur que en un momento detiene su paso y se sienta a desbrozar su vida interna, hecha con las mismas hebras del hilo con que se entreteje la realidad de la calle, y que resuenan hasta el infinito en un ir y venir de ecos que se responden a la distancia. Pero cuidado. Ese caminante se detuvo y no paró hasta quitar una a una las capas de esa extraña fruta de papel amarillo que esconde en su bolsillo y se dio cuenta de algo: ella no está y nunca va a volver. Y no hay vuelta de página

Por demás, este poema tiene una muda sonoridad que se nos cuela en el mismo ritmo de nuestra respiración. Al mismo tiempo que logra un justo equilibro entre la descripción de la realidad exterior y la subjetividad de ese yo que trata de romper las cadenas de una situación de la que quisiera escapar, pero que se le presenta con la fatalidad del destino. Además de que dentro de un cierto clasicismo - y no se porque, lo veo a Hegel - Roberto Selles alcanza a tender un puente con que nos obliga a entrar en contacto con la belleza. Quizás el mayor logro de un poeta, que al transportarnos a un lugar incierto de goce y de catarsis, nos embruja y nos retiene horas y horas en un libro que se aferra a nuestras manos, sin dejarnos, abierto en la misma página y en los mismos versos. Punto.

El Pirata Cojo

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