por Héctor Negro (2005)
No éramos muchos los que allá por los '90 del siglo que pasó, creíamos firmemente y hablábamos de la recuperación del tango, del acercamiento a él de sectores juveniles que contribuirían a revitalizarlo, de un futuro cercano mejor que iría superando su etapa de crisis. Aún recuerdo que en uno de los Festivales de Tango de Granada (España),en un "simposium" que se desarrollaba paralelamente al Festival, con sede en la Universidad de esa ciudad, en el que participaban representantes de nuestro país y de diversos países de Europa y América, fui el único entre los que integrábamos la mesa que se animó a hablar de un "resurgimiento" que ya daba algunas (aunque casi imperceptibles) señales de comenzar a gestarse. Hubo quienes opinaron que mi pronóstico era excesivamente optimista, más producto de mis deseos que de la realidad, aunque me cuidé en advertir que sólo avizoraba algunas señales y perspectivas alentadoras.
Lentamente mis esperanzadas y certezas comenzaron a hacerse visibles. Siguió creciendo en nuestro país y en el mundo (especialmente en algunos lugares de Europa), un entusiasmo por el baile del tango que ya venía incrementándose desde el triunfo internacional del espectáculo "Tango Argentino". Se multiplicaron los Festivales, los requerimientos de bailarines y músicos de tango desde diferentes países. Muchos músicos jóvenes se interesaron por el tango y se volcaron a él en sus instrumentos. Aumentaron los interesados en estudiar el bandoneón, en aprender a bailar (y por consiguiente los profesores y Academias). Se poblaron de jóvenes algunas "milongas" y ellas mismas se multiplicaron. Creció el interés por estudiar su historia, por escuchar charlas y conferencias, conjuntos y cantores. Aumentaron las Peñas, sus cultores y su público. Aparecieron conjuntos nuevos integrados por jóvenes músicos. De diferente nivel, pero contagiable entusiasmo. Llegó gente que cultivaba hasta entonces otros géneros aparentemente (y seguramente) más comerciales. Se comenzó a incluir al tango en algunas publicidades radiales y televisivas, en "jingles", como fondo de algunas transmisiones deportivas. En los Concursos (que también aumentaron), hubo más obras y entre las obras se advertía la presencia de autores nuevos y también jóvenes, apuntando a temáticas renovadas y perfilando una búsqueda de testimoniar aspectos del tiempo vivido. Todo fue desparejo: cantores, cantantes y conjuntos que se "bancaron" sus grabaciones (buenas, regulares y malas, pero queriendo mostrarse).
Se hizo creciente, por otra parte, la presencia del tango en la literatura, en el cine y en las artes plásticas y visuales; lo cierto es que lenta pero implacablemente el protagonismo del tango fue haciéndose cada vez más notable sin mucho esfuerzo. El propio periodismo gráfico, siempre tan mezquino para brindarle espacios a las diferentes manifestaciones del género, comenzó a interesarse más por ellas, pues muchos no tuvieron más remedio que no ignorar actuaciones, recitales, grabaciones, publicaciones y otros aconteceres que trascendían por sí mismos. Al compás de todos estos hechos, se consolidaron y crecieron Instituciones (la Academia Nacional del Tango, entre ellas) y centros de estudio y enseñanza (Universidad del Tango, Liceo Superior del Tango y otros). El tango siguió dando muestras de una vitalidad reencauzada.
Esta nueva situación, de a poco se hizo visible y se convirtió en una realidad ya algo más que deseada, no tardando en concitar el interés de muchos hasta entonces alejados o ajenos al tango y de otros que lo ignoraban y hasta lo menospreciaban o lo seguían con cierta indiferencia y pasiva expectativa. Y comenzaron a acercarse a él, desde sus diferentes quehaceres: músicos, cantantes, bailarines, autores, compositores, comentaristas, ensayistas, productores... Cada uno con lo suyo y con su visión de cómo debía abordarse el fenómeno de la revitalización e inserción del tango en los lugares y públicos aún no conquistados ni seducidos por su misterioso encanto. Aparecieron y siguen apareciendo voces y músicos llegados desde otros géneros, productores y experimentadores de proyectos seudocomerciales (tango-tecno, tango-rock, tango electrónico, tango "queseyo"...).
Por supuesto que no todo es aceptable ni todo desdeñable en bloque. Hay algo de snobismo, de oportunismo a destiempo, de afán de renovar lo que no se conoce en su esencia; pretendidos "aggiornamientos" que toman sendas extraviadas, letristas que conciben una actualización basada sólo en utilizar términos de última cosecha, revestidos de chafalonía "modernosa" o víctimas de la confusión que se crea entre lo novedoso y lo nuevo, cuando no sazonando sus versos con reiteradas procacidades y previsibles puteadas... En fin, un poco de todo, también algo de buenas intenciones acompañadas de aciertos y a veces con interesantes aportes y valores reconocibles.
¿Cuál debe ser la actitud justa de quienes ponderan y aman al género por su excelencia artística y la fidelidad a sus raíces y a su verdadera esencia (que no es estática sino cambiante de acuerdo con los tiempos)? Pues simplemente la búsqueda de la verdad artística sin distorsiones, sin olvidarse de su condición de música, canción y danza popular, auténtica pero no chabacana. Y no alarmarse: Ha de haber sin duda intentos legítimos que contribuyan a su permanente evolución. El tiempo irá decantando y salvando lo perdurable.
Mientras tanto, cada uno en lo suyo, con actitud abierta pero no cómplice con lo que desvirtúa y distorsiona, deberá recordar y admitir ese sabio verso de Alfredo Lepera que inmortalizara la voz de Carlos Gardel: "Yo sé que ahora vendrán caras extrañas...". Y aceptar que es previsible que sigan viniendo... algo traerán de positivo.
La etapa de recuperación está en movimiento, pero aún lejos de haberse concretado totalmente; todos los aportes valiosos seguirán siendo necesarios, como ocurrió en todas las épocas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario