Cuando Puerto Madero era Puerto
y expandían su yuyo, los potreros.
Y en lugar de edificios imponentes
se gestaban ruidosos entreveros.
Un pájaro indomable retozaba
perseguido por duendes bullangueros
que habían elegido ese juguete
tras un pacto de rantes caballeros,
La rata colectiva y la pelota
para cumplimentar su afán de vuelos.
Arcos de mamelucos apilados.
Y esos picados,.. Por testigo, el cielo
Y el pájaro rondaba, acariciado
por la magia de Perez, el gran flaco
y se enredaba en la gambeta insólita
de Agudo, entre regates y arrumacos.
Y todos la cinchábamos parejo,
de ida y vuelta tras el gol primero.
Y Dellamorte se filtraba justo
y así lograba quebrantar el cero.
Así se fue ganando el mote de "Saeta".
Cuando en esas trenzadas el gol era su meta.
Y era Jorge en la clase, en la fila, en el recreo.
Alma de centroforward como lo ví y lo veo.
Lo sufrí y lo gocé. Según venía la mano.
Y así lo conocí, más que en las propias aulas.
Los bondis a Retiro, los trenes y lo humano
que fuimos aprendiendo saliendo de la jaula.
Mi ruta, Colegiales, El iba hasta Saavedra,
tan mágico y lejano.
Que alguno pronunció Platense con Agudo
cercano.
Y se hizo de tango traído de la mano.
En el que presentimos el sueño de un "polaco"
que vendría a cantarnos el cemento y el fango.
Y el dolor de lo humano.
Pero en el futbol, él era de River, yo del rojo
Y en esa no transamos.
Las pibas y los patios de entonces,
desde nuestras miradas se acercaban al tren.
Y las charlas fluían y la amistad crecía
más allá de las aulas, con rumores de andén.
.
Después, como egresados, cada cual su camino.
Los encuentros anuales donde siempre estuvimos.
Pasaron muchos años, pero éramos los mismos.
Y la amistad, intacta, atravesando abismos.
"Saeta" Dellamorte ¡si supimos jugarnos!
Las vueltas de la vida no pudieron cambiarnos
aquella adolescencia con la que resistimos
los embates, los años, las piedras del camino.
Hoy volvemos a vernos, a celebrar al mismo
que araña los ochenta sin darse por vencido.
Sin olvidar los años en que fuimos testigos
de una amistad a prueba de todo. Gran amigo.
Con el abrazo siempre fraternal y sincero,
recordando las cosas que pasaron y fueron.
Y mirando a la vida, de frente, bien erguidos.
Como los que no se doblan ni se dan por vencidos.
Y por otros ochenta, por tu sonrisa franca.
Esa que no perdiste ni en los años más duros
Yo te tiro estos versos, tu amistad me los banca
Yo ya voy arrimando. Pero ¿ves?, sin apuro.
Héctor Negro
(Varela de aquel tiempo,
Negro de siempre)- 7/2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario