sábado, 12 de mayo de 2012

VALSES Y MILONGAS EN EL CANCIONERO CIUDADANO

         En el vasto panorama del cancionero popular ciudadano, antes y después de la presencia del tango-canción, se han cultivado diversos ritmos que integraron el repertorio de las diferentes voces que los expresaron. Desde la época de los payadores, cupletistas y luego los estribillistas, vocalistas de orquestas típicas, solistas y hasta algunos grupos vocales, se han cantado distintos ritmos muy diferenciados entre sí. Todos ellos, los de raíz nacional y los importados integrando un amplio espectro, según las épocas que fueron transcurriendo. Si hubiera que mencionar a un símbolo, a un cabal paradigma, hay que nombrar a Carlos Gardel y basta apelar a su valiosa discografía. Pero al correr del tiempo cabe comprobar que de todos esos ritmos, hay dos que sobresalen nítidamente por la repercusión que lograron sus expresiones más felices y por la persistencia en los repertorios más difundidos y celebrados: el vals y la milonga. Gran cantidad de títulos fueron, al correr de los años, sumándose al patrimonio de nuestro canto.  Y así ambos géneros, especialmente en las décadas del 30 y el 40, sobre todo en las etapas del auge de los cantores de las orquestas típicas y los cantores solistas, lograron insertarse naturalmente como parte del canto ciudadano, concepto que incluye a vastos sectores urbanos del interior del país.

         Y mencionar al vals incluye el espectro de los valsecitos criollos y porteños que se impregnaron del sabor de la tierra y de la "tanguidad" necesarias como para ganarse su carta de ciudadanía. Según datos históricos, el vals fue originario de Europa (¿Viena, París…?) y llegó al río de la Plata como danza popular bailada a fines del siglo 19 especialmente  por las familias de inmigrantes. (vals: de Walsen´, "dar vueltas mientras se baila"). Inevitablemente en estas tierras se acriolla. Ya en 1900 teníamos el valsecito criollo y en pocos años deviene el vals porteño. La cuestión es que bien pronto componían valses de sabor porteño,  Firpo, Metallo, "Pacho" y otros más. Llega también a los payadores en su versión criolla, con Betinoti, Martín Castro y se hace serenatero al pie de los balcones y las ventanas. El vals porteño mantuvo su estructura musical pero de a poco se llenó de "tanguidad" innegable, como la que surge de piezas como "Romance de barrio", "Pedacito de cielo", "Esquinas porteñas" o "Caserón de tejas", apoyadas en versos sentidos y de vuelo poético como ese encanto de criollismo y sentimentalidad que son "La pulpera de Santa Lucía" o "Palomita blanca"; el color local auténtico de "Bajo un cielo de estrellas", "Flor de lino" o "Chiquilín de Bachín", por citar sólo algunos. Un vasto y valioso cancionero ha nacido y perdurado bajo el ala del vals, hasta el presente. Y su encanto se mantiene inalterable.

         Otra canción, otro ritmo, otra historia, la milonga ocupa un lugar destacado y preferencial (y encumbrado), en nuestro cancionero popular ciudadano. Y sin recurrir a las diversas teorías e interpretaciones sobre su gestación e historia verdaderas (que serían motivo de otro trabajo), lo que no presenta dudas es que es legítimamente nuestra, originaria de las orillas de Buenos Aires y la "campaña" bonaerense, o para ser más abarcativos y según otras historias, indiscutiblemente rioplatense. En su desarrollo y evolución se destacan netamente dos caminos bien diferenciados. 1) el de la milonga instrumental, danza, ritmo bailable que engendra en su matriz al tango que desde ella bate sus alas. 2) el ancho camino cancionero que le abrieron los primeros y precursores "cantores milongueros", que la arrimaron al canto de los payadores y la llevaron por todos los rumbos que supo marcar alrededor de su fecunda fragua, el río de la Plata, hacia la pampa extensa, desde su vasto Sur, asentándose en la provincia misma de La Pampa, en el ondulado suelo entrerriano, en la Banda Oriental, llegando hasta el brasileño Río Grande do Sur. Así surgieron diferentes modos de la milonga: la sureña, la pampeana, la corralera, la entrerriana, la fronteriza, la uruguaya – prolongada en sus "milongones" – y otras que en cada tierra alimentaron sus raíces criollas. Y en el entorno ciudadano alimentado por el particular fervor y pasión de la multifacética Buenos Aires, el racimo generoso de milongas payadoras, carcelarias, bolicheras, la milonga canción libre, la milonga negra emparentada con el candombe, la serenatera, la compadrita, la burrera…Como una gran posibilidad de expresar estados de ánimo, formas de ser, sentir y vivir; desde su ritmo, pero con una gama de colores prodigiosa. Desde la que cantaron los primeros payadores y las que grabó el Gardel de las primeras épocas, hasta la llegada del verdadero "refundador" de la milonga cantada: don Sebastián Piana, que le insufló posibilidades musicales insospechadas. El tiempo y el auge de la danza alientan la presencia de la milonga instrumental ( y cito a

"La puñalada", "La trampera", "Taquito militar","Nocturna"), mientras la voz de los poetas (desde  Homero Manzi) da lugar a  que el género se enriquezca como lo hacen entre tantas: "Milonga triste", "Oro y plata", "Milonga del 900", "Silueta porteña",

"Miriñaque","Azabache", "Milonga de mis amores","Milonga del trovador","De Buenos Aires, morena"…

Hoy más que nunca se hace necesario seguir creando y cantando al compás de estos ritmos que tanto nos conmueven, elevan y representan.

                                                                                   Héctor Negro

No hay comentarios: