En el vasto panorama del cancionero popular ciudadano, antes y después de la presencia del tango-canción, se han cultivado diversos ritmos que integraron el repertorio de las diferentes voces que los expresaron. Desde la época de los payadores, cupletistas y luego los estribillistas, vocalistas de orquestas típicas, solistas y hasta algunos grupos vocales, se han cantado distintos ritmos muy diferenciados entre sí. Todos ellos, los de raíz nacional y los importados integrando un amplio espectro, según las épocas que fueron transcurriendo. Si hubiera que mencionar a un símbolo, a un cabal paradigma, hay que nombrar a Carlos Gardel y basta apelar a su valiosa discografía. Pero al correr del tiempo cabe comprobar que de todos esos ritmos, hay dos que sobresalen nítidamente por la repercusión que lograron sus expresiones más felices y por la persistencia en los repertorios más difundidos y celebrados: el vals y la milonga. Gran cantidad de títulos fueron, al correr de los años, sumándose al patrimonio de nuestro canto. Y así ambos géneros, especialmente en las décadas del 30 y el 40, sobre todo en las etapas del auge de los cantores de las orquestas típicas y los cantores solistas, lograron insertarse naturalmente como parte del canto ciudadano, concepto que incluye a vastos sectores urbanos del interior del país.
Y mencionar al vals incluye el espectro de los valsecitos criollos y porteños que se impregnaron del sabor de la tierra y de la "tanguidad" necesarias como para ganarse su carta de ciudadanía. Según datos históricos, el vals fue originario de Europa (¿Viena, París
?) y llegó al río de
Otra canción, otro ritmo, otra historia, la milonga ocupa un lugar destacado y preferencial (y encumbrado), en nuestro cancionero popular ciudadano. Y sin recurrir a las diversas teorías e interpretaciones sobre su gestación e historia verdaderas (que serían motivo de otro trabajo), lo que no presenta dudas es que es legítimamente nuestra, originaria de las orillas de Buenos Aires y la "campaña" bonaerense, o para ser más abarcativos y según otras historias, indiscutiblemente rioplatense. En su desarrollo y evolución se destacan netamente dos caminos bien diferenciados. 1) el de la milonga instrumental, danza, ritmo bailable que engendra en su matriz al tango que desde ella bate sus alas. 2) el ancho camino cancionero que le abrieron los primeros y precursores "cantores milongueros", que la arrimaron al canto de los payadores y la llevaron por todos los rumbos que supo marcar alrededor de su fecunda fragua, el río de
"La puñalada", "La trampera", "Taquito militar","Nocturna"), mientras la voz de los poetas (desde Homero Manzi) da lugar a que el género se enriquezca como lo hacen entre tantas: "Milonga triste", "Oro y plata", "Milonga del
"Miriñaque","Azabache", "Milonga de mis amores","Milonga del trovador","De Buenos Aires, morena"
Hoy más que nunca se hace necesario seguir creando y cantando al compás de estos ritmos que tanto nos conmueven, elevan y representan.
Héctor Negro
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