Hay un frío distinto: el frío "buenosaires".
Que tiene sus señales de llegar por los huesos.
Que cambia los colores de la ciudad y trae
una terca manía de apurar los regresos.
(Por las calles ambulan arropados fantasmas)
Desciende por las hojas que yacen derrumbadas
y por antenas altas, acaso, se desliza.
Convoca en los rincones las húmedas nostalgias
y desde el aire aprieta las ropas de la prisa.
(¿No vio usted las estrellas que habitan en la escarcha?)
Hay un frío distinto; el frío "buenosaires".
Que no tiene la magia ni la luz de la nieve.
Pero instaura conjuros que nadie desacata
y una desprevenida colmena se conmueve.
(Sé de un frío que maúlla en los techos de lata)
En la rosa del mate verdea otros rituales
y detrás de los vidrios del "CAFÉ", funda misas.
Congrega la tibieza en templos familiares
y promueve las lumbres, donde el sol se precisa.
(Con el sol del invierno, el frío se agazapa)
El frío "buenosaires" no se ignora con nada.
No hay forma de negarlo: solamente la huída.
Hay formas de sufrirlo entre cobijas flacas
y de sobrevivirlo, por amor a la vida.
(Aveces la garúa, ferozmente lo alambra)
Hay un frío distinto: el frío "buenosaires".
Con su sal, su destiempo, sus grises, sus maneras.
Cuando a usted lo desvele el calor que le falte
acuérdese que él trae, detrás, la primavera.
Hector Negro
Ciudad de los flacos aires, Hector Negro, Ed 2x4, 1981, p. 39
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martes, 6 de marzo de 2012
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