Hace algunos años, quise ofrendarle un homenaje "en vida" a don Osvaldo Pugliese, a quien admiraba y respetaba. Y para ello utilicé mi me-jor recurso: la poesía. Como si fuese un instrumento más de su orquesta, que sonara con ella desde la dimensión de la palabra. De ella rescato estos acordes construídos con imágenes, metáforas, interrogantes y respuestas que llegan desde su sonido inconfundible y esencialmente traducido en el más auténtico lenguaje de tango. "De qué remoto conventillo, en qué barrial; en cual oscuro milagro de la pobretería; dónde que yugos no alcanzan; en qué arrabal de la desventura, extramuro del sueño; dónde estaba el tambor de esa "yumba"? Ese parche sin parche que golpea no se sabe de adónde.(
) Dónde lo fue a buscar don Osvaldo; dónde lo encon-tró. ¿Con qué gesto venido desde muy adentro, lo puso allí en el tango?" Esa "yumba" abría un capítulo nuevo y distinto para esa orquesta que había conquistado la devoción de los milongueros de la década del 40. Y señala-ba un tránsito hacia otras búsquedas que las sucederían. La grabó en 1946. Hasta entonces, la orquesta era la más genuina continuidad del estilo "deca-reano", del cual don Osvaldo era un fervoroso cultor. Detrás estaban en el tiempo, sus comienzos en el "Café de la chancha" (como lo llamaban), en su Villa Crespo natal. Su paso por el legendario conjunto de la inolvidable Paquita Bernardo, siendo casi un adolescente, donde junto al bandoneón de Paquita también tallaba el violín de Elvino Vardaro. Su temprana experien-cia en el cuarteto de Enrique Pollet (el"francesito"). Su consagración como compositor con su tango "Recuerdo"(sobre todo desde la grabación que de él realizara el consagrado Sexteto de Julio de Caro). Luego su paso por la orquesta de Roberto Firpo, por la de Pedro Maffia. Y desde allí, tras su nuevo encuentro con Elvino Vardaro (uno de los más grandes violinistas de la historia del tango), la formación de ese Sexteto "de lujo": Vardaro-Pu-gliese, que "se pasaban" por la calidad de sus interpretaciones que ya con-tinuaban por vocación y convencimiento la evolucionista escuela "deca-reana". Por su parte, don Osvaldo era un discípulo y también claro expo-nente del estilo pianístico de Francisco de Caro. Tango evolucionado y de riqueza musical sin desvirtuar sus raíces. Así, con esa visión instrumental se formó el famoso Sexteto que también integraban Vardaro y Pugliese, con el aporte del violín de Alfredo Gobbi, el bandoneón de Ciriaco Ortiz y otro "fueye" que respiraba acariciado por las manos de un adolescente llamado Aníbal Troilo. Eran demasiado buenos para ser comerciales y sus integrantes tomaron diferentes rumbos. Don Osvaldo soñaba con su orques-ta organizada como cooperativa, donde todos sus integrantes compusieran e hicieran los arreglos y partiendo de la escuela "decareana" encontraran un estilo propio, evolucionista y milonguero a la vez. Tras algunas experien-cias fallidas y otras que lo enriquecieron musicalmente, esa orquesta nació en 1939. Y pudo llevar adelante su proyecto con el aporte de Aniceto Rossi en el contrabajo, Osvaldo Ruggiero en el bandoneón, Enrique Camerano desde el violín y el resto del conjunto cinchando para el mismo lado. Enri-quecido más adelante con la llegada de Emilio Balcarce, Jorge Caldara, Os-car Herrero, Arturo Penón y tantos que se sumaron a esa hermosa peripecia de la orquesta de "todos", de los milongueros y de los gustadores del tango bien ejecutado, con musicalidad y autenticidad indiscutible. Y desde esa "Yumba" que llegó desde remotos taconeos, desde profundos tambores que suben desde pozos del tiempo (allí donde los fue a buscar don Osvaldo), la orquesta inicia una nueva etapa. Desde el "decarismo" desemboca en el más genuino "pugliesismo". "
Y una trayectoria inclaudicable que hay que celebrar diciendo:"Al maestro, con cariño
"
Héctor Negro
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