lunes, 1 de junio de 2009

Adelanto de la nota sobre las letras de tango a publicarse en el próximo núnero de la revista Buenos Aires Tango y lo demás

En el próximo Nº de la revista Buenos Aires Tango y lo demás (el 58), aparecerá una sección de varias páginas dedicada a las letras de Tango de este tiempo titulada “Las letras de Tango en el tercer milenio”. Los integrantes de la Dirección de la revista, que siempre dedicó importantes espacios para la publicación de letras nuevas, entre ellos la página “A nuevos tiempos, nuevas canciones”, ha querido sumar al siempre debatido tema de la renovación de las letras, testimonios concretos.
Más allá de las argumentaciones, de la información de la que carecen muchos “opinólogos” del tema, del ocultamiento que se advierte por parte de los medios comerciales y masivos, de las muy conversadas “mesas redondas” donde los que participan no son los que más conocen, hemos preferido mostrar parte de este universo tan vapuleado. ¿Cómo? Convocando a poetas y letristas vivos, de diferentes edades (generaciones), de distinto género (masculino y femenino), que vienen produciendo desde antes del comienzo de este “tercer milenio”, callada y tesoneramente lo que luego otros dudan de que exista o “ningunean” caprichosamente. Allí están algunas de sus letras, sus respuestas a un breve cuestionario que revela el grado de conciencia con que ejercen su quehacer.
Aquí reproduzco la Introducción que escribimos los directores-redactores de la revista. Es un anticipo que invita a no perderse el contenido central. Aunque sobre ciertas actitudes miopes no nos hacemos ilusiones. Seguirán repitiendo el fácil argumento de negar y ningunear. No importa. Conozca nuestra propuesta. A continuación la anunciamos…

LAS LETRAS DE TANGO EN EL TERCER MILENIO

Uno de los temas más controvertidos de los últimos (y no tan últimos) tiempos, es el de las letras de tango. Y ampliamos también lo de“no tan últimos”- refieriéndonos a los tiempos-, porque prácticamente desde que finalizó el brillante ciclo de la Década del 40 y comenzó a advertirse una situación de crisis en el género (tango, milonga, vals criollo y porteño), se apuntó a la producción letrística-poética como una de sus causales más cuestionadas.
Aunque la situación de “crisis” afectó a la danza, a la venta de discos, al alejamiento paulatino - entre sus preferencias- de muchos jóvenes y de otros no tan jóvenes, a la lenta desaparición de las grandes Orquestas Típicas, a la creciente desaparición de tradicionales fuentes de trabajo para los artistas del Tango sin distinción de disciplinas y a unas cuantos otros aspectos que sería fatigoso y redundante enumerar. A pesar de que todo lo expuesto fue evidente, muchos comentaristas, aficionados al Tango, amantes del mismo y buena cantidad de “despistados”, apuntaron con temeraria seguridad: “lo que pasa es que faltan letras…, no hay nuevos letristas…” y afirmaciones por el estilo. Esto lo escuchamos a fines de los ’50, principios de los ’60 y se fue haciendo una especie de lugar común que no iba más allá de la mera reiteración.
El esquema era tajante para justificar el nudo del problema, aunque llegaba a reconocerse que esa carencia no agotaba las causales. La “camada” de letristas - algunos de ellos hoy consolidados y reconocidos - que apareció desde fines de la década del 60, atenuó pero no desbarató totalmente ese argumento. El que pese a la aparición (en cantidad y calidad) de obras y nombres que lo contradecían totalmente, siguió esgrimiéndose ante la falta de la profundización del estudio de esa problemática. Así fue transcurriendo y pasando el siglo que indicaba el fin de un milenio y el comienzo de otro. Al que tenemos que identificar por su nombre: Tercer milenio.
Mientras tanto, el tango experimentó una suerte de “resurgimiento” que dio por tierra con las agorerías que por enésima vez lo daban por “finado” y aparecieron nuevos músicos, cantores, “milongas” pobladas de veteranos y jóvenes bailarines, conjuntos, valoraciones desde el punto de vista cultural, expansión internacional y además de otros etcéteras, nuevos letristas. Lo que no impidió que el latiguillo se siguiera repitiendo.
Como si la presencia o no de “éxitos” (preferiría decir obras trascendentes que alcancen el favor del público), dependiese sólo de las letras. Como ignorándose por comodidad o falta de conocimientos, que una buena letra para convertirse en una buena canción, necesita también una buena melodía (y que además entre ellas haya una necesaria correspondencia). Y que una vez logrado este objetivo serán inevitablemente necesarios un buen intérprete, un buen acompañamiento (en definitiva una buena versión), para después (con buena fortuna) poder grabarla y (¡oh, desmedida pretensión!) lograr una mínima difusión que alcance para que, por lo menos, un sector del público la conozca y la juzgue.
De donde surge claramente que la buena letra es solo un eslabón de esta rara cadena que generalmente se suele quebrar en su eslabón más débil (la difusión). No casualmente hubo tangos y milongas que contando con muchas de las condiciones planteadas, debieron esperar 20, 30 ó 40 años para llegar a ser conocidos y reconocidos. Otras veces, las más, se van diluyendo en el ninguneo de los medios y en la desidia de ciertos cantores que a pesar de haberlos grabado, nunca los cantan en sus actuaciones, para “ir a lo seguro” con lo más conocido. También resulta necesario practicar un necesario ejercicio de pequeña indagación preguntándose: ¿existen actualmente melodistas a la altura de los grandes melodistas de cualquier época? ¿Cuántos…?
(Y hagamos memoria.) ¿Les interesa a todos los músicos con condiciones de compositores, componer para la canción, ajustándose a sus requerimientos?
Como podemos comprobar, la cuestión no es tan esquemática ni simple como para atribuirle todas las culpas a los letristas o a su supuesta ausencia. El problema da para analizar, pensar, profundizar e intentar ir sacando conclusiones. Pero seriamente.
No con la ligereza y facilidad con la que los que “balconean” el tema, terminan diciendo “hayque…”, planteando abstracciones que no movilizan a ningún verdadero creador. De cualquier manera, el tema da para opinar largo y tendido. Y nadie tiene la verdad única y reveladora. Bienvenidas sean las opiniones divergentes pero serias, la polémica sana, las discrepancias fructíferas.
Mientras tanto, “Buenos Aires, Tango y lo demás”, que siempre abrió sus páginas a la polémica y a las letras nuevas, acude al mejor argumento: los ejemplos concretos. No discutir si hay letristas actuales o no. Mostrarlos. Indagar con ellos a través de opiniones que llegan desde sus propias respuestas y ejemplos que revelan sus propias obras.
Por eso esta sección dedicada a “Las letras de tango en el tercer milenio”. Para dejar un testimonio. Incompleto, ya que sabemos e imaginamos de muchos otros autores actuales que aquí no están presentes. Pero concreto. Quisimos mostrar letras y opiniones de letristas vivos de distintas generaciones. Más jóvenes, menos jóvenes, voces femeninas, masculinas, pero de hoy, aquí. Y a los que no llegamos a convocar les brindamos estas páginas para que den a conocer sus obras, opinen y digan: existimos. Que siempre será un aporte. Habrá otros que seguirán ninguneando, negando,
ocultando; por miopía, desconocimiento o prejuicios. Allá ellos…
Mientras tanto, no podemos concluir sin expresar un reconocimiento a los
intérpretes y difusores que contribuyeron a dar a conocer, desde siempre, las nuevas obras, superando los prejuicios, enfrentando la superficial crítica de los “retardatarios” y hasta la extraviada opinión sin fundamento de rechazar lo nuevo como actitud refleja, sin juzgarlo antes.
Y volver a recordar una verdad incontrovertible; que como dijera un amigo nuestro, de sano espíritu y sangre tangueros: todos los tangos, alguna vez, fueron nuevos. Y eso nunca fue un “pecado original”. Hoy, ¿por qué habría de serlo…?

N. de la R.

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