jueves, 5 de diciembre de 2013

UN LOBO MÁS

I
La calle me clavó
la punta de su cruz.
La calle me apretó
el hueco de la luz.
 
En suelas que gasté.
En tanto andar detrás.
La calle con mi piel
y con la piel de usted,
se puso la llovizna
y me enseñó a morder.
 
II
Un lobo más
que tuvo que vivir.
Tibieza y pan
me puse a perseguir.
 
Por pisar mal
a veces me caí.
por no pegar
me la dieron a mí.
 
Un lobo más
que tuvo que aprender.
A no llorar
y a saberse vender.
 
Por no aflojar
de adentro me arrugué,
Por no entregar
lo poco que salvé.
 
(final)
La calle me enseñó
sus dientes y su ley.
Y lo que quise yo,
qué caro lo pagué.
 
Música de Osvaldo Avena
Héctor negro, Para cantarle a mi gente, ediciones 2x4, 1971
 
 

CUIDADO

Baja el sol con los dientes apretados.
La vías lo prolongan hasta el miedo.
Cuidado que se afila la rabia.
Cuidado que no duerme el fogonero.
 
Sube el humo sus lentas golondrinas
y el fuego agazapado queda suelto.
Anda un viento de rostro amotinado.
Cuidado con el viento.
 
Cabecean un sueño los soldados
allí donde madruga el señalero.
La noche pesa  mucho últimamente
Cuidado con el sueño.
 
Hoy no ha traído Pedro el ferroviario
la canción que me silba su regreso.
Cuidado con los pobres que no cantan
que Pedro está cantando para adentro.
 
Hay un temblor extraño en las calles
y un silencio distinto que está ardiento.
Anda juntando fe para la gente.
Cuidado este silencio.
 
Cuando marchemos todos bien del brazo.
Cuidado si es que son los brazos nuestros.
Cuidado con el miedo de los mansos
Cuidado con el pan del panadero
 
Hécto Negro, Luz de todos. ediciones La Rosa Blindada, 1962.
 
 

martes, 3 de diciembre de 2013

DIOS Y YO

A veces,
en las tremendas tardes de Buenos Aires,
cuando el delirio y la prisa
sacuden los grillos
que aún quedan,
en las cabezas de los hombres;
entre la cifra y el horario,
entre las frenadas y los mordiscos afiebrados
que tratan de sobrevivir en la locura,
saco unos papelitos
pequeños como alas de libélulas,
blancos como esas nubes
que nadie tiene tiempo de mirar
y escribo
Trozos de poemas,
imágenes, canciones,
sueños sin medida,
palabras para las muchachas
que me escapan apuradas
e indiferentes,
versos...
Porque quiero salvarme,
salvar algún pedazo,
dar de comer a mis pájaros
atender a mis grillos
 
Y llenar con toda mi música
y la música que nadie aprovecha,
mis bolsillos cansados.
Por eso voy silbando
y canto a media voz en plena tarde
y sobrevivo a mi manera.
Hasta que el crepúsculo
desata mi alcancía de sonidos con alma,
mueve mis ramas
hace flamear mis pájaros ocultos.
 
Y mis papelitos se sueltan
como mariposas,
como hojas del otoño,
como la pelusa celeste del cielo que se fuga
y se reparten en el aire de mi ciudad,
montan su viento
y me reparten
desde la luz agazapada de mis mejores gestos,
salvándome,
salvándome...
Porque siempre
vuelvo a encontrarme con ellos
otra vez
en la tarde siguiente.
en medio del estruendo
en pleno forcejeo
cuando solamente Dios y yo
sabemos
por qué es necesario ganar la eternidad,
sobrevivir..
Dios y yo.
Ustedes, los árboles, los pájaros,
los grillos las muchachas, las lluvias,
mis papelitos
            y yo.
 
¿Se dan cuenta?
 
 
Hector Negro, La ciudad invadida
 

NOSOTROS

Lo que te traga
es la vida
que no te dejan vivir.
Lo que te duele
es la nada
hacia donde te arrojan.
Lo que te faltan
es lo necesario
para ser libre.
Lo que te niegan
es la posibilidad
de conseguirlo.
 
Lo que te digo
es que no te entregues,
que no te calles,
que no te aisles.
 
Juntándonos,
aún solo para preguntar
ya comenzamos a ser fuertes.
Y es la forma
de empezar
a decir  "basta"...
 
Porque lo único
que podrá justificar
estas palabras que te digo
es que sepas
convertirte
en nosotros.
 
Héctor Negro, La ciudad invadida.