lunes, 29 de agosto de 2016

PALABRAS ARREMANGADAS PARA UN PAÍS QUE TUVIMOS

Yo tenía un país. Me lo robaron...
Chimeneas del sur con negras cabelleras
disolviéndose tenues en hilachas de tizne.
Telares incansables urdiendo anchos velámenes,
géneros con destino final de pañuelos, de banderas
o cintas color fiesta, fantasías, flecos de algún crepúsculo fugado...
Hornos como volcanes desafiantes, teazmente alimentados,
vomitando fuego en las orillas de mi ciudad,
Noches de tango y fiestas populares,
multiplicándose en la Corrientes hiy devastada.
Caravanas de obreros madrugando en los andenes
rumbo al trabajo que espera el milagro de sus manos.
Viejos aún no tocados por la desesperanza,
alimentando palomas y nostalgias.
Chiquilines de alpargatas y pulmones felices,
alborotando con su pobreza digna:
baldíos, callejones y plazoletas soleadas,
persiguiendo el esférico pájaro
o escondiendo algún pucho compartido
como máximo pecado.
Mesas donde sonaba el pan crocante,
humeantes de sopa y guisos proletarios,
a veces escasos pero siempre alcanzando.
Un futbol de diversión, con pasión dominguera hecha ritual
y los colores del club querido defendidos como flor en la piel.
Gente que andaba, iba, regresaba, sabia anochecer
/en las veredas del barrio
tendiendo su cansancio, todo a puertas abiertas,
/con el orgullo de los pobres
pero honrados y erguidos.
Peleando cada día por el sol cotidiano, curtiendo su piel
/y su paciencia
tras la miga y la yerba. Duro al fin, pero posible, al menos.
Y aquellos carnavales de lamparitas multicolores,
corsos multiplicados y mascaritas ingenuas
entre estallidos de lloviznas de papel picado.
 
No se que nube atroz
montada en qué impiadoso vendaval
de botas, sables y picanas. Falcons verdes, capuchas,
políticos corruptos, impúdicos banqueros,
solemnes y puntuales chupasangres.
Qué raza de traidores vendieron los retazos de alegría
que a veces defendíamos al costo del pellejo
desde nuestra trinchera de pobresdiablos dignos.
No sé que infierno extraño le contrabandearon
a esa maldita especie de burgueses asustados,
que pululaba en despachos que nunca conocimos.
Pero que supimos que asaltaron nuestro futuro,
por un precio manchado en monedas y engaños,
de sapos que se tragaron, de coimas y chicanas.
Como supimos más tarde o más temprano,
que también hubo muchos cómplices insospechados.
 
Y castigaron piquetas presurosas, topadoras, insólitos enjuaguesd
que enriquecieron a los prestidigitadores inescropulosos de lo ajeno.
Y se resquebrajaron sueños y sitios entrañables
que se nos deshicieron como castillos de arena.
 
Llegaron guardias disfrazados y sin disfraz,
alcahuetes mimetizados,
amanuenses, prestamos impagables, un alud de castigo
desplomando rebeldes e inocentes.
Yno se detuvieron, venían por lo último de solidaridad
que algún día supimos practicar, por las manos fraternas.
Y arremetieron como paquidermos contra boliches rosados,
colmenares de fábricas imsomnes. Y amordazaron voces disidentes,
pretrendieron desterrar nuestro tango, el idioma, la manera de ser
y de reconocernos..., el descanso que también merecíamos....
 
Y somos lo que somos. ¿para qué describirlo?
Pero ya, por lo menos,
vamos sabiendo que no fue porque sí,
que hubo culpables.
Y fuimos aprendiendo a descubrirlos.
Depués, todo fue cuestión de que brotara como siempre,
el milagro de la vida.
Lo que pese a quien le pese, seguirá siendo siempre:
además de imprevisible, inevitable,
como la misma muerte
(que los invasores apresuraron prisioneros del miedo).
 
Con la que de ningún modo tendremos trato alguno
y espantaremos hasta el último aliento.
 
Con la que ni por joda, negociaremosningún sueño.
 
Negro, Héctor; Cantaré hasta el fin, Marcelo H. Olivieri Editor, 2009, pp,76-78.
 

domingo, 28 de agosto de 2016

SILVIA CASTRO

Laica

yo tengo una perra con un solo ojo
como la de Cartier Bresson

ella no captura el instante
sino la mitad

por ejemplo
tus manos en alto
se vuelven una sola
que muestra la palma

yo te apunto con mi Laica.

ella le ladra al futuro que pasa por tu mano

es un viaje del azar que no se detiene con Dios

tu mano se ha vuelto inmortal
y yo vivo en la mitad de tu vida

estás detenido en el espacio

Laica te mira a través de la burbuja de vidrio

vamos a casa
te dice
no todos los perros van al cielo

la burbuja brilla como la aureola de un santo
pero es sólo casualidad
no se puede rezar con una mano sola

Del libro Isondú (El Surí Porfiado, 2014)

sábado, 20 de agosto de 2016

PARA ALEJARME DE LA MUERTE

¡Que limpia brotaba aquella canción de celebrar la vida!
¡Cuánta esperanza alimentaba su melodía ágil!
¡Cuántas utopías florecían en sus versos
que tenian la punta de sus rimas en un tiempo mejor
llamado futuro!
 
Aquel futuro es hoy...
Y aquella canción es un frágil recuerdo
que se acerca y se aleja
como un eco fatigado.
 
Pasaron tiempos de contiendas, derrotas, ferocidades,
implacables adioses.
Muchos buenos cayeron, murieron, desaparecieron
o se desbandaron desarmados de luz.
Otros, sobrevivientes, como extraviados, como prófugos,
dejaron en la huida retazos de su memoria.
Desgarrados ante tanta impiedad que se empeñó en quebrarlos.
Dejaron las mejores semillas, los azules más inverosimiles,
los ángeles rezagados y golpeados.
Y el motivo de aquella canción
que alguna vez cantaron
aferrados a la obstinación del sol.
Que prometió (y cumplió)
que siempre volvería.
 
Como aquella canción
que llega, se va, regresa y regresa siempre.
Dejando huecos de silencios en lugar de sombras.
Que pesan mucho más cuando se juntan
y nos acercan a la muerte imperceptiblemente.
 
Por eso invoco al sol, a aquella canción.
Al sol de mañana, a la canción que está naciendo
Y estallará en alguna alborada.
 
Para alejarme de la muerte.
 
Negro, Héctor; Cantaré hasta el fin, MarceloH. Olivieri Editor, 2009, pp.,15-16.
 
 
 
 

domingo, 14 de agosto de 2016

CUMPLISTE LOS OCHENTA Y NO DE DISTE CUENTA

Cuando Puerto Madero era Puerto

y expandían su yuyo, los potreros.

Y en lugar de edificios imponentes

se gestaban ruidosos entreveros.

 

Un pájaro indomable retozaba

perseguido por duendes bullangueros

que habían elegido ese juguete

tras un pacto de rantes caballeros,

 

La rata colectiva y la pelota

para cumplimentar su afán de vuelos.

Arcos de mamelucos apilados.

Y esos picados,.. Por testigo, el cielo…

 

Y el pájaro rondaba, acariciado

por la magia de Perez, el gran flaco

y se enredaba en la gambeta insólita

de Agudo, entre regates y arrumacos.

 

Y todos la cinchábamos parejo,

de ida y vuelta tras el gol primero.

Y Dellamorte se filtraba justo

y así lograba quebrantar el cero.

 

Así se fue ganando el mote de "Saeta".

Cuando en esas trenzadas el gol era su meta.

Y era Jorge en la clase, en la fila, en el recreo.

Alma de centroforward como lo ví y lo veo.

 

Lo sufrí y lo gocé. Según venía la mano.

Y así lo conocí, más que en las propias aulas.

Los bondis a Retiro, los trenes y lo humano

que fuimos aprendiendo saliendo de la jaula.

 

Mi ruta, Colegiales, El iba hasta Saavedra,

 tan mágico y lejano.

Que alguno pronunció Platense con Agudo

cercano.

Y se hizo de tango traído de la mano.

En el que presentimos el sueño de un "polaco"

que vendría a cantarnos el cemento y el fango.

Y el dolor de lo humano.

 

Pero en el futbol, él era de River, yo del rojo…

Y en esa no transamos.

Las pibas y los patios de entonces,

desde nuestras miradas se acercaban al tren.

Y las charlas fluían y la amistad crecía

más allá de las aulas, con rumores de andén.

……………………………………………………………….

Después, como egresados, cada cual su camino.

Los encuentros anuales donde siempre estuvimos.

Pasaron muchos años, pero éramos los mismos.

Y la amistad, intacta, atravesando abismos.

 

"Saeta" Dellamorte ¡si supimos jugarnos!

Las vueltas de la vida no pudieron cambiarnos

aquella adolescencia con la que resistimos

los embates, los años, las piedras del camino.

 

Hoy volvemos a vernos, a celebrar al mismo

que araña los ochenta sin darse por vencido.

Sin olvidar los años en que fuimos testigos

de una amistad a prueba de todo. Gran amigo.

 

Con el abrazo siempre fraternal y sincero,

recordando las cosas que pasaron y fueron.

Y mirando a la vida, de frente, bien erguidos.

Como los que no se doblan ni se dan por vencidos.

 

Y por otros ochenta, por tu sonrisa franca.

Esa que no perdiste ni en los años más duros

Yo te tiro estos versos, tu amistad me los banca…

Yo ya voy arrimando. Pero ¿ves?, sin apuro.

 

                                     

                                      Héctor Negro

                                      (Varela de aquel tiempo,

                                        Negro de siempre)- 7/2013