miércoles, 7 de septiembre de 2011

MILAGRERÍA DE BOLICHES

Van sobreviviendo bodegones, cafetines; cavernas tibias,

nidos descolgados y amarrados al suelo

que un día fue retazo de un potrero sentenciado.

Bajo sus techos sobrevuelan flotando,

espectros animados con vapores de lentas ginebras

que se deslizan en humos celestes y grises

que fumaron generaciones de angustiados.

Giran y retornan memorias desvanecidas y clavadas

como cicatrices que fatigan la piel.

Van durando mesas, sillas, irreductibles ceniceros que se vaciaron

en miles de madrugadas sin destino.

Se descuelgan de la pared fotos amarillentas

de olvidados cracks que se hundieron en el túnel

de las contiendas que los sucedieron,

banderines de una pasión que congregó a muchos que son olvido

y a otros que resisten rearmando hazañas que descuartizó el tiempo.

 

Sólo queda vivo, templado, consecuente, en cada uno de ellos;

recorriendo los diminutos fantasmas que reptan por las estanterías,

vibrando en las telarañas de los rincones inverosímiles,

el canto que un viejo guitarrero alza desde algún rincón,

una plegaria que derrotó al olvido.

 

Unos versos cabalgando una melodía,

que iluminan juntos la memoria que regresa con cada trago.

 

Un tango que nunca morirá.

                                            Héctor Negro




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martes, 6 de septiembre de 2011

"LA PAQUITA", MUJER Y LEYENDA DE BUENOS AIRES

Fue la primera bandoneonista y directora de un conjunto típico

 

Por Héctor Negro

 

            El poeta José Portogalo la trajo un día "de vuelta del misterio" y ella regresó convocada por el poema. Acuciados por él, nos enterábamos que unas cuantas décadas atrás, una veinteañera muchacha de Villa Crespo había hecho detener el tránsito en aquella Corrientes y Paraná, sencilla-mente con un bandoneón sobre sus rodillas y al frente de una orquesta típica, la primera dirigida por una mujer. Decían los versos del poeta:

"Yo, Paquita Bernardo, regreso del misterio/ bien tupido de olvido, entre cenizas/ y yuyo con el polen de mariposas muertas…" (del libro "Letra para Juan Tango"). ¿Acaso eran muchos los que sabían o recordaban aquello? Mil novecientos veintiuno. Café Domínguez, Corrientes y Paraná, detrás del bandoneón de Francisca Bernardo, su hermano Arturo en batería, Miguel Loduca en flauta; en los violines Alcides Palavecino y un adoles-cente llamado a dar mucho que hablar por sus condiciones: Elvino Vardaro.

Y en el piano, otro "pibe" que iba a entrar en la historia del tango, que al-canzamos a disfrutar muchos de nuestra generación: Osvaldo Pugliese. "Orquesta Paquita", ¡gran revuelo en la Corrientes angosta! ¿Qué historia había detrás de esta muchacha tan singular? Convoquémosla nuevamente con el prodigio del verso que luego nos brotó por ella: "Hoy te busqué Paquita, en el recuerdo/ de un Villa Crespo ausente que te lloró hace tiempo. / Y regresó tu sombra desvelada,/doblada sobre el el fuelle./ Y se quedó en mi verso./ Hoy pregunté Paquita, qué misterio/ te puso entre las manos/ la sonora tibieza/ del bandoneón que respiró en tu pecho/ y que vos perfumaste/ como una rosa enferma."

            Había nacido en Villa Crespo el 1º de mayo de 1900, cerca del más tarde famoso "Conventillo de la Paloma". Sus padres la enviaron – casi niña – a estudiar piano, pero un día encontró un bandoneón al alcance de sus manos; desde que lo puso en sus rodillas no pudo dejarlo y lo estudió con el maestro José Servidio (a quien pertenecía). Más tarde perfeccionó su técnica con Pedro Maffia y con don Enrique García. Se largó a tocar en los patios del barrio, en fiestas familiares; después lo hizo en Sindicatos obre-ros y Hospitales, en funciones de beneficencia. Esas primeras incursiones la foguearon como para que se animara a ese ruidoso debut del Café Do-mínguez. " Y volviste, Paquita, igual que cuando estabas./ a encender un milagro con fuego de leyenda. /A mirarnos con esos, tus ojos de muchacha, / donde aleteaba el sueño que quisiste que fuera./ Y volviste, Paquita Ber-nardo, con el tiempo/ que nunca conocimos, pero que igual nos llega./Y trajiste  aquel aire de malvones y cercos/ que los últimos patios de tu barrio respetan…" En el mismo Café Domínguez estrenó su tango "Floreal", que luego grabara Juan Carlos Cobián. Alternaba por entonces sus actuaciones allí, con presentaciones en el famoso Café "La Paloma". Después llegó a "La Glorieta" de Villa Crespo y a "La Terraza" del Balneario Municipal. En esos escenarios dio a conocer su vals "Villa Crespo" y sus tangos "Cachito"(grabado luego por Roberto Firpo) y el que más tarde se titularía "La enmascarada", con versos de Francisco García Jiménez y que grabaría posteriormente Carlos Gardel. En 1923 viajó a Montevideo, donde actuó en la Confitería "18 de julio" especialmente contratada. Allí estrenó su vals "Cerro divino", dedicado al Cerro de Montevideo. Más tarde – siempre al frente de su orquesta – se presentó en el teatro Smart, en los últimos días de 1924. En un concurso de tangos realizado por entonces en el teatro Gran Splendid, fue distinguido su tango "Soñando", al que grabaron luego Car-los Gardel y la orquesta de Roberto Firpo.

            "Y volviste en el verso febril de Portogalo./ Niebla de tu memoria que soltó el Maldonado./ Y en la luna dispersa que reparten los charcos/ del mismo Villa Crespo que regresa en los tangos…"

            Hasta su palco del Café Domínguez, llegaron para compartir un lugar en su orquesta, Francisco De Caro, José Martínez, Carlos M. Flores y muchos otros autores prestigiosos que le hacían llegar sus obras. En un homenaje tributado por Blanca Podestá al maestro Amadeo Vives en el teatro Smart, fue acompañada en el piano por Enrique Delfino. Su ban-doneón desplegaba tal vez desde allí sus últimos acordes. Y 1925 se la llevó para siempre, un 14 de abril, toda muchacha, con la edad del siglo.

    Su salud y sus energías pagaban de ese modo tan cruel el tributo de una pasión inclaudicable. Sus restos se incorporaron al polvo silencioso que su barrio prolongó más allá del también hoy sepulto Maldonado, en una tumba de la "Chacarita" a la que aún siguen llegando flores. Nosotros la seguimos convocando en la inapelable plegaria de los versos, al igual que aquellos de Portogalo. Y a veces, en el milagro de los versos, logramos regresarla, mitad muchacha, mitad leyenda, como queriendo repetirle: "Podemos ya reírnos del dolor y la ausencia/ Y soltar estas ganas de trampear a la suerte, / para ser inmortales y cantar por tu vuelta (…)/ Subamos por Corrientes/

                                               Juguémosle a la vida/ otra vez, tu moneda…"

 



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domingo, 4 de septiembre de 2011

OSVALDO PUGLIESE: AL MAESTRO, CON CARIÑO.

Hace algunos años, quise ofrendarle un homenaje "en vida" a don Osvaldo Pugliese, a quien admiraba y respetaba. Y para ello utilicé mi me-jor recurso: la poesía. Como si fuese un instrumento más de su orquesta, que sonara con ella desde la dimensión de la palabra. De ella rescato estos acordes construídos con imágenes, metáforas, interrogantes y respuestas que llegan desde su sonido inconfundible y esencialmente traducido en el más auténtico lenguaje de tango. "De qué remoto conventillo, en qué barrial; en cual oscuro milagro de la pobretería; dónde que yugos no alcanzan; en qué arrabal de la desventura, extramuro del sueño; dónde estaba el tambor de esa "yumba"? Ese parche sin parche que golpea no se sabe de adónde.(…) Dónde lo fue a buscar don Osvaldo; dónde lo encon-tró. ¿Con qué gesto venido desde muy adentro, lo puso allí en el tango?" Esa "yumba" abría un capítulo nuevo y distinto para esa orquesta que había conquistado la devoción de los milongueros de la década del 40. Y señala-ba un tránsito hacia otras búsquedas que  las sucederían. La grabó en 1946. Hasta entonces, la orquesta era la más genuina continuidad del estilo "deca-reano", del cual don Osvaldo era un fervoroso cultor. Detrás estaban en el tiempo, sus comienzos en el "Café de la chancha" (como lo llamaban), en su Villa Crespo natal. Su paso por el legendario conjunto de la inolvidable Paquita Bernardo, siendo casi un adolescente, donde junto al bandoneón de Paquita también tallaba el violín de Elvino Vardaro. Su temprana experien-cia en el cuarteto de Enrique Pollet (el"francesito"). Su consagración como compositor con su tango "Recuerdo"(sobre todo desde la grabación que de él realizara el consagrado Sexteto de Julio de Caro). Luego su paso por la orquesta de Roberto Firpo, por la de Pedro Maffia. Y desde allí, tras su nuevo encuentro con Elvino Vardaro (uno de los más grandes violinistas de la historia del tango), la formación de ese Sexteto "de lujo": Vardaro-Pu-gliese, que "se pasaban" por la calidad de sus interpretaciones que ya con-tinuaban por vocación y convencimiento la evolucionista escuela "deca-reana". Por su parte, don Osvaldo era un discípulo y también claro expo-nente del estilo pianístico de Francisco de Caro. Tango evolucionado y de riqueza musical sin desvirtuar sus raíces. Así, con esa visión instrumental se formó el famoso Sexteto que también integraban Vardaro y Pugliese, con el aporte del violín de Alfredo Gobbi, el bandoneón de Ciriaco Ortiz y otro "fueye" que respiraba acariciado por las manos de un adolescente llamado Aníbal Troilo. Eran demasiado buenos para ser comerciales y sus integrantes tomaron diferentes rumbos. Don Osvaldo soñaba con su orques-ta organizada como cooperativa, donde todos sus integrantes compusieran e hicieran los arreglos y partiendo de la escuela "decareana" encontraran un estilo propio, evolucionista y milonguero a la vez. Tras algunas experien-cias fallidas y otras que lo enriquecieron musicalmente, esa orquesta nació en 1939. Y pudo llevar adelante su proyecto con el aporte de Aniceto Rossi en el contrabajo, Osvaldo Ruggiero en el bandoneón, Enrique Camerano desde el violín y el resto del conjunto cinchando para el mismo lado. Enri-quecido más adelante con la llegada de Emilio Balcarce, Jorge Caldara, Os-car Herrero, Arturo Penón y tantos que se sumaron a esa hermosa peripecia de la orquesta de "todos", de los milongueros y de los gustadores del tango bien ejecutado, con musicalidad y autenticidad indiscutible. Y desde esa "Yumba" que llegó desde remotos taconeos, desde profundos tambores que  suben desde pozos del tiempo (allí donde los fue a buscar don Osvaldo), la orquesta inicia una nueva etapa. Desde el "decarismo" desemboca en el más genuino "pugliesismo". "La Yumba" es grabada en 1946 y la línea ya abordada  se afirma con "Negracha" y "Malandraca" (1948). Ya estaban también registradas en el disco, las impecables versiones cantadas de Roberto Chanel y Alberto Morán, al más puro estilo de la orquesta. Ya llegaría Jorge Vidal, como luego Miguel Montero, Jorge Maciel y Abel Córdoba,  todos con su estilo personal. Y de don Osvaldo, la poesía afir-maría con profundo reconocimiento:" Dicen que tiene un pacto con el tango./ Un pacto con el pueblo. Un pacto con la vida./ Y le da vida al tango para que sirva al pueblo./ Y da su vida al pueblo para servir al tango./ Y mucho pueblo al tango para agrandar la vida…" Con la trilogía de tangos antes mencionada, ya  don Osvaldo había sentado las bases de la Prevan-guardia que anunciaba el camino de la Vanguardia que tomaría Astor Piazzolla valorando publicamente estos antecedentes, reconociéndolo como precursor en el empleo de la síncopa y el contrapunto. Pero detrás y abrien-do el camino desde "Recuerdo", estaban "Las marionetas", "Adiós Bardi", "La Beba"…Y en ese camino están las joyas instrumentales de "Gallo ciego"(Bardi) y "La mariposa"(Maffia), que su orquesta recreó.

 Y una trayectoria inclaudicable que hay que celebrar diciendo:"Al maestro, con cariño…"

                                                                                               Héctor Negro



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